22 julio 2022

El revoque Grueso exterior Termoaislante, 
en cambio, 
es cada vez más imprescindible.

    Más que demostrado está el grave problema que implica el calentamiento global que afecta al planeta, así como su evolución y consecuencias futuras, cada vez menos futuras, que aplicado a las viviendas no puede significar otra cosa que graves problemas a la vuelta de la esquina.
    Una vivienda debe durar un promedio de 60 a 100 años, o más. Esto implica que hay que ir pensando en cómo solucionar el problema de habitabilidad que se presentará mucho antes de ese entonces.
        En la Provincia de Buenos Aires, donde se concentra la mayor cantidad de habitantes del País, hace ya algún tiempo que se está trabajando al respecto, a cuyos fines en el año 2003, hace ya casi 20 años, se promulgó la Ley 13.059 relativa a Acondicionamiento Termoaislante de Edificios, basada y fundada en la norma Iram 11.605, que data de comienzos de los años 90. 
Y similar normativa entró en vigencia en Rosario según diversas normas y ordenanzas, entre ellas la Nº 8757/2021.
    Por otro lado, en el sur de nuestro país, donde los fríos no perdonan, hace ya varios años que se acostumbra usar vidrios dobles y hasta triples, separados por un gas inerte (argón) ó simple vacío.  Pero esta solución es costosa, y por ahora no está al alcance de las mayorías, motivo por el que no resulta prioritaria en términos de economía hogareña.
  No siendo posible entonces por cuestiones de costos atacar a la vez todos los puntos “térmicamente flojitos” de una vivienda (pisos, techos, aberturas, muros), hay que comenzar por los más viables desde el punto de vista económico.
  En principio, lo más accesible es proteger de las altas y bajas temperaturas los muros exteriores, sobre todo los orientados al oeste en verano y al sur en invierno lo que, accesoriamente, derivará en reducir los gastos de refrigeración y calefacción, así como incrementar notoriamente la calidad de vida. Pero a la vez otro importante problema que se soluciona aislando térmicamente los muros es el de la condensación del vapor de agua interior, fundamentalmente sobre la superficie de los muros orientados al sur y en invierno, generalmente con calefacción interior y muy poca o nula ventilación. Esta condensación se traduce normalmente en pisos y muros húmedos o directamente mojados, generalmente con proliferación de hongos, sobre todo en los puentes térmicos geométricos que se producen en las aristas o encuentros de esos muros entre sí o con el cielorraso.
   Uno de los principios de vida del autor de la presente Monografía, casi un mandamiento, es que, en la medida que resulte posible, “De lo que hace falta, todo. De lo que no hace falta, nada”. Obviamente lo que “hace falta” y “no hace falta” en cuestiones técnicas puede ser materia opinable para el lego, pero no lo debería ser tanto para un ingeniero, hijo de la optimización.
    A diferencia de todos los demás ítems tratados en el presente artículo, éste resulta algo más costoso que lo que se acostumbra hacer en una vivienda tradicional, aunque con poca incidencia porcentual en el costo final de la misma, por lo que para quien suscribe entra en la categoría de lo que “hace falta”, y cada vez más. En definitiva, el concepto de optimizar hace referencia a economizar donde un mayor gasto resulta innecesario, para invertir donde realmente hace falta.
   Sobre el modo de lograr una mejora en la aislación térmica de lo que se llama la “envolvente exterior” de una vivienda existen muchas técnicas posibles, desde la colocación delante de los muros de una especie de “sándwich” hecho con planchas de fibra de vidrio o telgopor intercaladas o no con capas de aire, mallas y otras salsas, pasando por dobles muros, bloques de telgopor o de concreto multicelular, etc., una más costosa que la otra.
    Obviamente con buena disponibilidad económica todo es muy fácil: ponemos lo mejor y punto, no hace falta tanto especialista. Pero para comitentes de bajos o medios recursos, la cuestión no es tan fácil y el desafío del profesional a cargo de la obra es lograr los mejores resultados posibles produciendo mínima erogación a su cliente, porque si el costo queda fuera de su alcance terminará directamente no haciendo nada.  Y nada es peor que algo.  
El despropósito no consiste en no hacer todo, sino en no hacer “lo posible”.
    Bajo esta premisa, un modo de lograr suficiente aislación térmica con mínimos costos es sacar provecho del gasto de mano de obra que inevitablemente tendremos en el “tapa macanas” al que llaman revoque grueso para algo más útil, que se logra reemplazando la arena por perlita volcánica, de excelentes cualidades termoaislantes. Por su parte, el costo por material será algo mayor que el del revoque grueso tradicional, pero no exagerado, y mucho menos comparado con los beneficios que implica.                
    Yendo a lo concreto, al cabo de varios ensayos en los que comenzamos usando rezagos de vermiculita, para luego pasar a bolitas de telgopor y finalmente llegar a la Perlita volcánica, decidimos adoptar esta última como reemplazo de la arena en los revoques gruesos exteriores a los fines de mejorar importantemente la aislación térmica de los muros de la vivienda expuestos a la intemperie o, más propiamente dicho, de la envolvente exterior de la vivienda. 
    Los resultados obtenidos al comienzo fueron decepcionantes: desde una consistencia casi “gomosa” e imposible de fratasar cuando usamos vermiculita, hasta unas bolitas de telgopor de tamaño desparejo y mayor que el requerido, y que además no se amalgamaban todo lo necesario con los componentes cementicios ante la falta de algún producto químico apropiado (como mínimo Tacurú ó hasta simple cola para carpintero), lo que hacía necesario comprar unas bolitas de telgopor “aditivadas”, provistas por muy contados fabricantes en el país, cuyos costos pusieron este material fuera de toda consideración. 
  Es así entonces que llegamos a los ensayos con Perlita, un material volcánico natural, abundante en la zona cordillerana y Salta en particular, horneado a menos de 1000ºC, que nos permitió lograr un mortero termoaislante de excelentes cualidades y con la mejor relación costo/prestaciones.
    En efecto, el costo de material por m2 (para los necesarios 3 cm. de espesor) duplica al de un revoque grueso común con arena (de 1,5 a 2 cm. de espesor), pero a la vez resulta 3 veces más económico que similar producto de una conocida marca que también fabrica pegamento para cerámicos y otras cosas. 
Y ni que hablar con respecto al costo de otras tecnologías termoaislantes aplicables a muros.
    Los dosajes que nosotros encontramos como óptimo balance para no resignar demasiada resistencia mecánica a la compresión del revoque aplicado, aunque siempre tratando de poner la mayor cantidad posible de perlita en relación a los compuestos cementicios para no perder aislación térmica, fueron:
Dosaje para trompo chico (y doble para mezcladora grande):
·  Media bolsa de Perlita volcánica(3 baldes de pintura de 20 Lt., llenados al 90 %).
·  1 balde de albañil de Cemento.
·  1 balde de albañil de Cal.
·  10 Lt. de Agua.
Preparación:
1- Colocar el agua en la hormigonera.
2- Adicionar el Cemento y la Cal.
    Mezclar durante por lo menos 1 minuto.
3- Agregar el 50 % de la Perlita (1,5 baldes de pintura de 20 Lt., llenados al 90 %).
     Mezclar durante 1 a 2 minutos más.
Es necesario asegurarse que se produzca efectivamente la mezcla de todos los productos dentro del trompo para lo cual, cada medio minuto detener la máquina, despegar la mezcla de las paredes y fondo del tambor con la cuchara, y luego volver a poner en marcha el motor.
4- Agregar el otro 50 % de la Perlita (el restante 1,5 balde de pintura de 20 Lt).
Mezclar durante otros 1 a 2 minutos, con igual precaución de ir despegando lo que queda pegado al trompo para lograr un perfecto mezclado de todos los componentes.
Si la mezcla estuviera muy seca, recién ahora será el momento de agregar la cantidad extra de agua que pudiera hacer falta, teniendo muy en cuenta que este producto tiene la característica de parecer más seco de lo que realmente se manifiesta al aplicarlo y si nos pasamos de agua “se chorrea”.
Finalmente, mezclar lo necesario para homogeneizar el producto hasta tener la consistencia deseada.

NOTAS:
1- Espesor de revoque a aplicar: 3 cm. para lograr una razonable aislación térmica.
2- Dado que la Perlita se presenta en polvo fino y muy liviano, aunque no tóxico, al menos quien prepara la mezcla debe usar Máscara (o al menos un Barbijo) y Antiparras para evitar molestias respiratorias y en los ojos.
3- El bajo peso de la mezcla resultante permite aplicarlo con una cuchara grande tipo yesero, con lo que se logrará hacer mayor cantidad de metros cuadrados de revoque por unidad de tiempo. Entonces, al aplicarse más rápido, para no quedarse sin material, es aconsejable trabajar con una mezcladora grande, o preparar maquinadas de manera continua y volcarlas en una carretilla o batea.

Sobre esta relativamente nueva tecnología de aplicación de productos livianos en la ejecución de revoques gruesos exteriores termoaislantes, debemos decir que encontramos muy poca información en internet, sobre todo en vista de su cada vez mayor importancia en el ya corto plazo, proliferando en cambio varias otras técnicas de costo mucho mayor.
No obstante, en rigor de verdad, además del mencionado producto comercial similar a nuestro preparado pero 3 veces más caro, existe en el país otro de similares cualidades pero hecho a base de bolitas de telgopor “aditivadas”, cuyo costo es mayor aún.
Esta vez los bolsillos no aplaudieron tanto pero sí lo hizo en cambio, y de pie, la calidad de vida de quienes habitaron muros adentro, sobre todo en pleno verano o invierno.

Más allá de todo lo dicho, en mi opinión, la mejor alternativa, que justifica por lejos investigar y trabajar todo lo que haga falta para abaratar un poco los costos, es la de usar concreto celular para la fabricación de bloques, paneles, etc., que no requerirán revoque gruesos interiores ni exteriores, en tanto cumplen perfectamente con todas las normas de aislación térmica, acústica, hidrófuga, ignífuga, etc.
Y no menos interesante resultaría trabajar para poner a punto la ejecución de bloques de cemento en los que reemplazáramos total o parcialmente la arena por Perita volcánica, que también prescindirían de revoque grueso termoaislante.
 

Experiencia fallida
Pero también tuvimos experiencias que nacieron bien, incluso con buen sustento desde lo técnico, pero que terminaron en fracaso cuando intentamos llevarlas a la práctica. 
En efecto, hace varios años, cuando ya estábamos obsesionados por mejorar la aislación térmica de las viviendas atacando el problema desde su aspecto más relevante, que son los muros exteriores, pensamos en duplicar las cámaras de aire de los bloques de cemento intercalando una plancha de telgopor de 2 ó 3 cm. de espesor en la parte central de sus huecos, de manera paralela al muro, de modo tal que en cada hueco de cada bloque quedaran dos cámaras de aire separadas por un tabique de telgopor aunque, eso sí, conscientes de no poder evitar el puente térmico que constituían las inevitables paredes laterales de hormigón de cada hueco, pero era mejor hacer algo que nada en tanto los costos no serían relevantes. 
Es así que hicimos cortar las planchas de telgopor en trozos de unos 13 cm. (creo) de ancho y 20 cm de alto para que de los albañiles, una vez levantada cada hilada, los encastraran en la parte central de cada hueco de cada bloque.  Hasta aquí todo bien, una maravilla.
Al comienzo todo extraordinario, hasta que nos tropezamos con un imprevisto pues empezamos a ver que el ancho de los huecos de los bloques era distinto entre las distintas marcas a las que a veces había que acudir por faltantes en la que normalmente usábamos, pero el colmo fue que aún lo era entre los bloques de un mismo tipo y marca, por lo que entonces entendimos que, lamentablemente, aún supuestas primeras marcas, trabajaban con matrices o moldes de dimensiones no uniformes.  Esto hizo que los tabiques de telgopor, cortados de unos 13 cm de ancho si mal no recuerdo, a veces entraban “bailando” en los huecos, y otras hubiera que ponerlos en forma diagonal dentro de los mismos, con lo que obviamente se perdía la imprescindible “cuasi” estanqueidad de las cámaras de aire generadas dentro de los bloques.
Para ser francos, también ocurrió que los cortes de los trozos de telgopor solían no ser muy uniformes que digamos. Y no podemos obviar que muchas veces la mano de obra de albañilería, encargada de colocar cada pieza, tampoco ayudó mucho ni se esmeró demasiado por hacer las cosas bien…
No obstante lo volvimos a intentar buscándole la vuelta una y otra vez con diversas variantes, incluyendo por ejemplo empezar a cortar los trozos de un ancho igual al de la diagonal en lugar del ancho de los huecos de los bloques, que podría ofrecer un poco más de tolerancia en las medidas de los cortes, pero nada funcionó, la indebida e inexplicable variabilidad en las dimensiones de los huecos de los bloques pudo más y finalmente terminamos ondeando la bandera blanca y abandonamos definitivamente una idea que nació bien pero terminó mal.
También pensamos en rellenar los huecos de los bloques con telgopor molido, idea que descartamos de inmediato ya que, al momento de calar los bloques con amoladora para insertar las diversas cañerías de agua, luz, etc., obviamente se saldrían las bolitas de telgopor de cada columna de huecos que se cortara.
Otra idea que nos ronda la cabeza pero que todavía no pusimos en práctica, basada en ésta última, es la de aglomerar las bolitas de telgopor con algún producto de bajo costo (cal u otro) para que, al calar los bloques para poner las cañerías, no se “vengan abajo” las famosas bolitas.

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